Hoy era el día de la mudanza. De airbnb a airbnb y tiro porque me toca.
Las mudanzas siempre producen estrés, porque los humanos nos resistimos al cambio. He leído en algún sitio que las mudanzas solo son superadas por las bodas en cuanto a estrés para una persona. Se entiende que es el proceso de organizarlo y ejecutarlo. Me sorprendió que en el estudio no se hablara del estrés que genera un divorcio, para mí el número uno, porque conjuga una boda (en sentido inverso) y una mudanza en sentido estricto.
Para coger fuerzas nos hemos desayunado dos sobres de jamón ibérico 100% que nunca se comerán Pino y Martina. Los habíamos traído para ellos, eran el regalo y habían sido elegidos con mino por Montse, nuestra experta en loncheados, Una paleta entera de la mejor calidad ¡cortada a mano! A cuchillo. En Peralillos tenemos un jamón cojon*do, tan bueno como el mejor de la Sierra de Huelva. Pero en el caso de estos sobres, al retro paladar salino por la cercanía al mar, a los matices de la dulzura de la bellota, se unía un toque agridulce. El del abandono. nos comemos este jamón pero nos sentimos despreciados como primos lejanos, indigentes, arrojados en la calle como perros. Pues ahora nos comemos el jamón que os habíamos traído. La venganza se sirve fría, dicen, sí, y en lonchas finas.
Llamamos a las 10 menos 10 al taxi y a las 10 menos 5 ya está en la puerta. Otro mito derribado de Napoles: son gente muy puntual y cumplidora, al menos en el sector del taxi. Este es de 5 plazas.
El taxista se llama Pascuale y antes de que el taxímetro llegue a los 6€ ya somos íntimos. Saluda por la ventana cuando se cruza con los carabinieri, —Amici —dice, y me da un golpecito en el brazo. Camaraderia. Antes de llegar a los 10€ de recorrido ya he tenido más contacto físico son Pascuale del que he tenido en toda mi vida con el gremio del taxi. Mi mente matemática me lleva a extrapolar estos datos y concluir que antes de Plaza Garibaldi estaremos comiéndonos los morros. Mis compañeras de viaje se están partiendo la caja con esta circunstancia y sacan vídeos de mi floreciente relación con Pascuale desde el asiento de atrás, sobre todo Carmen.
Sabíamos que Mondo Suites, en Corso Malta, 150, no era el Ritz, y sabíamos que no estaba en el centro de Nápoles, lo que no sabíamos es que estaba debajo de un puente de autopistas, con 6 talleres de reparación de vehículos, o de desguace irregular (ninguno tiene rótulo), y una panificadora industrial en los sótanos, también sin identificar.¿que cómo estamos tan seguros de que es una panificadora si no tiene rótulo? Porque huele a pan a kilómetros de distancia. Sale gente con barras. Estamos tentados de decirle a Pascuale que no nos abandone aquí. —Per favore, espere y si no salimos en 10 minutos que avise a nuestros padres o a la policía. Si yo me dedicara a descuartizar personas para traficar con sus órganos también tendría de tapadera un horno de pan. El olor es tan intenso y tan evocador cosas buenas, la familia, la infancia… que los investigadores seguro que al acercarse se daban la vuelta —Es imposible que sea aquí. ¿Me pone dos hogazas de kilo, por favor?
El primer airbnb de mi vida al que se accede por una puerta de nave industrial resulta ser una residencia de estudiantes. Han cogido una nave barata en un polígono industrial y la han llenado de habitaciones, a nosotros nos asignan la 7, entramos y convocamos una asamblea general extraordinaria.
—¿Nos vamos a quedar aquí? —dice Montse.
—¿Cuánto hemos pagado de señal? —dice Susana, evaluando el coste económico de la retirada.
—Está bastante limpio —dice Carmen, que siempre ve el lado positivo.
—Nunca jamás vuelvas a elegir un sitio sin mirar el Street View —se dice a sí misma Manoli.
El plácido viaje de abuelitas que llevábamos acaba de dar un giro interesante trayéndonos a un barrio real de Nápoles. Real y cutre, y yo me froto las manos pensando en el juego que le da esta circunstancia al guión.
—Nos quedamos, qué narices, hay que apechugar. Si os da miedo volver por la noche por estas calles siempre podemos comprar una pistola, seguro que en alguno de esos talleres de enfrente las venden con los números de serie borrados —digo.
Contestan con el “bueno, vale” más tímido que he oído en mi vida. Pagamos al tipo sentado en la entrada, el tal Luigi, el resto y nos vamos a explorar.
Un tramo de zapatilla y otro de bus después hemos llegado a la puerta del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Que seguro que es un sitio interesantísimo lleno de salas interesantísimas, con objetos muy interesantes pero que nos ofrece a Susana y a mí una muy interesante opción de escaqueo.
No tengo nada contra los museos, las iglesias y los monumentos de obligada visita en una ciudad excepto lo de “obligada”.
A ver, respeto mucho la forma tradicional de viajar siguiendo las recomendaciones de una guía, pero visitar todos esos lugares casi siempre me quita tiempo de conocer la ciudad de verdad.
Todo lo que se pueda encontrar en wikipedia o en un documental sobre un destino concreto, a priori no me seduce. No quiero sacar las mismas fotos que sacan todos los turistas, esas ya las he visto al recoger información antes de salir. Porque yo me informo. A mi manera. Yo no viajo a un sitio sin saber qué puntos son delicados y van a estar llenos de mirones. Me he vuelto de Paris sin ver Notredame, y me he vuelto de Londres sin ver Buckingham, y más ancho que largo. ¿Por qué? Porque 1. estaba en wikipedia y 2. ya le han hecho todas las fotos posibles y 3. es absolutamente imposible verlos sin rebaño.
La ciudad que reside en los museos está muerta y además hace mucho que murió. Los monumentos y los edificios guardan un relato de la ciudad. Pero es un relato impostado, de propaganda, sesgado. Un ejemplo: muchas ciudades tienen un arco del triunfo pero ninguna ha hecho un monumento de la derrota. ¿Dónde está el arco de la derrota? En Cádiz no hay mucho rastro de lo que pasó en Trafalgar, pero en Londres tienen Trafalgar Square, la plaza más king size de Westminster, contando ese episodio. Otro ejemplo: durante 40 años en España los museos y la arquitectura contaron una historia muy sesgada de la guerra civil, y enterraron todo lo que de bueno hubiera podido tener la segunda república. Nada de lo que pasó en España los 10 años antes del 36 dejó rastro. Otro: Jamás he visto un cuadro de Fernando VII de Borbón con un cartel que dijera “El rey más felón y estúpido que haya tenido España” y sobre eso los historiadores están de acuerdo. El arco del triunfo de Paris es un monumento grandioso, de gran belleza, mandado construir por Napoleón Bonaparte, un dictador megalómano y narcisista cuyos delirios llevaron a la guerra y a la muerte a millones de personas. Acabó sus días entre rejas pero eso no lo pone debajo de su nombre. Si miras Viena, sus avenidas, sus palacios, sus jardines, otra vez, sus museos, no hay ni rastro de la vergüenza de haber colaborado con el nazismo y haber salido de rositas. Los museos, las iglesias y los monumentos siempre hablan de las batallas ganadas, muy poco de las perdidas, y nada de las personas anónimas que las sufrieron.
Y luego está la ciudad viva.
La gente come, ama, trabaja, llora, grita, reza. Intento buscar en esas pequeñas cotidianidades la ciudad de verdad. Es muy difícil, porque un turista puede pagar una entrada para ver una exposición pero no puede pagar a una familia para sentarse a cenar con ellos. Me tengo que conformar con pinceladas, con retazos. Con leer los grafitis, mirar los anuncios, mirar los rostros, captar los olores… nada de eso está sistematizado, nada se encuentra en ningún libro.
Mi fundamentalismo viajero me lleva al extremo de afirmar: “no puedes decir que has estado en una ciudad si no has entrado en una ferretería”. Porque lo de visitar tiendas de plumas soy consciente que es una desviación mía que me tengo que hacer mirar.
Cuando Manoli, Susana y Montse salen del museo arqueológico hacemos parada para comer.
Por la tarde visitamos la Basílica de Lorenzo Maggiore es uno de los complejos monumentales más relevantes histórica y artísticamente de la ciudad y que contiene una colección de nueces que hizo un monje en el siglo XVIII con los versículos de la Biblia
—Hermano Dionisio, hermano Dionisio, ¿puede echarnos una mano a descargar el carro de sacos de harina?
—No puedo, no ves que estoy aquí con las nueces.
Debajo de la Basílica y el convento está uno de los puntos de la Nápoles Subterránea. La Nápoles Subterránea surge de la siguiente forma. Llamas a un albañil para cambiar el suelo del bajo, y cuando quita las baldosas
—Aquí hay algo duro.
Empieza a escarbar con cuidado y aparece un mercado, tres almacenes, una cárcel real y dos templos. Todo eso debajo de tu casa. No te hacen tirar el edificio de encima porque también es viejo pero con una cucharita y un pincel se pasan veinte años desenterrando cosas. Te puedes olvidar de tener un garaje jamás en tu vida. El oficio más estresante del mundo es Concejal de Patrimonio de Nápoles, cualquiera que haga un guá con un palito en el parque se puede encontrar unas ruinas fenicias, romanas o griegas. Ponte a desenterrar eso, y luego mantenerlo, interpretarlo y habilitarlo para que se pueda visitar.
—Por Dios y por la virgen santísima que no me salga una excavación nueva.
Ya ha caído la noche cuando nuestro deambular nos lleva a una instalación artística moderna. Después de tanto arte antiguo, se agradece. Un señor ha tendido camisetas son palabras y les ha puesto una bombilla dentro. Sí, la descripción no invita, pero la cosa es interesante.
Y Carmen nos dice que no nos podemos perder las estaciones de metro de Nápoles. A mí, ya lo he dicho, los “no te puedes perder” me predisponen negativamente, pero tengo que reconocer que aquí me equivoqué. Otras mil doscientas veces también me equivoqué, no hay prejuicio bueno. Entramos en la estación de Universitá y es increíble lo que se puede hacer decorando túneles sucios y lúgubres. Lo mismo en la Municipio, lo mismo en la de Toledo y en la de la Dante.
La de Toledo es obra de un catalán: Oscar Tusquets. Que es arquitecto de titulación pero aquí lo que ha hecho es alicatar. No nos llevemos a engaño: poco se puede innovar en el metro. El metro, todos los metros de mundo constan de 2 partes: caperuza y túneles.
La caperuza es lo que sobresale del nivel de la tierra, lo único a lo que le da el sol. Y los túneles los hay de tres clases: de gente, de trenes, y mixtos. Los túneles de trenes ni se cuidan, ni se limpian, hierro y ratas. No se iluminan para ahorrar, pero también para que los pasajeros se puedan mirar en las ventanillas que se convierten en espejos.
Los túneles de gente bajan del nivel de la caperuza al del tren. Escaleras mecánicas y laberinto, pero tubo, sólo tubo y nada más que tubo.
El túnel mixto es donde los señores cogen los trenes: la estación. Aquí es donde se espera, de desespera y algunos tanto desesperan que se suicidan. Cuando se dice que alguien se ha suicidado en el metro nunca es por las escaleras mecánicas es justo en este punto en el túnel mixto.
Como arquitecto, Tusquets no ha alterado nada del sistema de tubos, se ha limitado a alicatar. Ha hecho un curro de interiorismo morrocotudo. ¿Qué interiorismo puede haber más puro que el interiorismo subterráneo? Ninguno. ¿Belleza artística en los alicatados de las estaciones? Muchísima. Disfrutamos horrores subiéndonos y bajándonos en todas, una detrás de otra.
Peeeeeero. A mi me ha defraudado que hayan quitado los carteles de publicidad. Tanto el túnel de personas como el túnel mixto, sobre todo este último por la cantidad de tiempo esperando, son adecuados para mirar anuncios y leer propagandas a tamaño súper, pegados en las paredes. Además, por alguna razón, los metros de las ciudades son el sitio donde se anuncian los teatros y los conciertos (y los viajes al Caribe y los seguros dentales) Me fastidia que hayan quitado los anuncios que siempre me entretiene mucho leer, sobre todo cuando salgo de Peralillos.
Llegamos bien cansados a Mondo Suites, pero eso no es obstáculo para que los dos conejitos Duracell de la excursión, Montse y Manoli, las Bormujo´s Girls, se líen pim pam pim pam y monten una cena degustación de chacinas y quesos locales. El mundo de la loncha otra vez se despliega ante nosotros en todo su esplendor. Susana y Carmen se encargan del riego de estos manjares. Yo me extasio.
Y pienso que…
…estamos rematando el día haciendo en la mesa lo mismito mismito que hemos hecho en las calles: descubrir y admirar cosas de las que mañana no conseguiremos recordar el nombre.