Los músicos se obsesionaron con los estribillos
era lo que daba fama y dinero,
y se olvidaron de la Música.
Los periodistas se obsesionaron con los titulares
«Los titulares venden. No dejes que la realidad te arruine un buen titular»,
y se olvidaron de la Información.
Los médicos se obsesionaron con los remedios,
drogas y máquinas increibles podían acariciar los secretos de la biología humana,
y se olvidaron de la Salud.
Los profesores se obsesionaron con los resultados
con los exámenes, con las estadísticas, con la formación científica
y se olvidaron de la Educación.
Los religiosos se obsesionaron con dios,
(cada uno con el suyo, que era el mejor, claro)
y se olvidaron del principal motivo de dios (si es que existe): el Hombre.
Los demás nos obsesionamos con la tecnología,
nos cegamos con internet y las asombrosas posibilidades, velocidades y capacidades que ofrecía para acercarnos la realidad,
y la Realidad se alejaba de nosotros como se escapa el agua entre los dedos.
Ahora comienza un nuevo siglo y andamos saturados con datos y gadgets, desorientados, pachuchos, desinformados y cuando, buscando consuelo, pones la radio, aparece la misma pegajosa canción interpretada por distintas caras.
En este panorama desolador al menos nos quedan los políticos.
Los políticos no cambiaron en este tiempo.
Ellos siguieron siendo fieles a sí mismos.
Extraído de A la verdad le canta el sobaquillo de Roger Walnut