Pintar

C0916 rwQuito las alcayatas y los tacos. Tapo los agujeros con Aguaplast. Cubro el suelo con un plástico muy ligero que venden y luego tengo que poner periódicos en los bordes. El periódico que más me gusta usar para este fin (y para encender la barbacoa) es el suplemento dominical de economía, porque sé que aunque tenga que agacharme a recoger algo y lea un titular no me voy a enganchar, y no corro ningún riesgo de que se me seque la pintura. Con los otros periódicos no estoy a salvo.

Pongo cinta adhesiva de papel en los marcos de las puertas.

Pienso que llevan más tiempo las tareas preliminares que el hecho en sí. Esto me lleva a establecer analogías entre el hacer del pintor y la repostería, las cadenas de fichas de dominó, la cola para obtener entradas para el concierto de U2 y la vida sexual. Más bien una parte de la vida sexual.

Claro, esto ocurre porque en realidad el tiempo es una convención. Una convención que resulta muy útil para los trenes y los autobuses de línea pero muy poco para las sensaciones. El tiempo es una mala herramienta para medir lo que duran las emociones. Las buenas y las menos buenas. Empiezo a sentir cierto vértigo y me aparto de esas disquisiciones como quien deja un porro en el cenicero después de darle unas caladas.

Contemplo lo bonita que me ha quedado la habitación incluso antes de dar un solo brochazo. Barajo la posibilidad de llamar a alguna revista de decoración para que hagan un reportaje, está muy industrial. La descarto porque no tengo la ropa adecuada para recibir a la estilista. Coloco en el centro el cubo de 20 kilos de pintura plástica blanco mate.

No tengo destornillador para abrir el bote.

Mierda, no tengo destornillador para quitar la put* tapa. (es una pena que tenga que poner el asterisco porque la secuencia de las dos palabras suena musical)

Son las 21h. Podría blasfemar en arameo durante unos minutos, que es lo que me pide el cuerpo. No lo hago. Simplemente interpreto la ausencia del destornillador en este momento de mi vida y en este lugar preciso como una señal divina.

Me visto con mi ropa de calle y bajo a tomar una caña. A ser posible con tapa.


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Purgar

A4823 r wHa llegado ese día del otoño en que pones la calefacción por primera vez.

Para mí, que no tengo por costumbre meter y sacar la ropa de invierno y de verano, este es el evento que marca el cambio de estación. Continuar leyendo «Purgar»

Muerde

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La misma fuerza que me dispara, me para.

Lo mismo que me hierve dentro, me muerde.

Lo he escuchado. Varias veces. El último disco de Sabina está lleno de trucos. Trucos malos de prestidigitador cansado, o perdido. Eso pienso, es sólo mi opinión, mi opinión de hoy.

Tengo un cuaderno donde apunto la lista de la compra, los metros cuadrados que tengo que pintar. Y también las poesías.

Apunto las putadas, las puntadas, las punzadas, las penas y si me falta papel higiénico. No hay cosa que me fastidie más que se me acabe el papel higiénico.

Hoy he hecho sólo 90 kilómetros en el coche, eso baja la media.

Me joden el protocolo, los recovecos, las estrategias. Otros días me hacen gracia. Hoy me joden. En estos casos conozco tipos que se van al bar a echar un rato con Daniel, Jack Daniel, yo prefiero hacerle una visita a Merlin, Leroy Merlin. Pero hoy, ni por esas, todos los pasillos, todos los tornillos, me parecían iguales.

—¿Dónde estás? —me pregunto.

Me lo pregunto a mí mismo, refiriéndome a mí mismo.

—Solo.

—La pregunta era dónde, no cómo.

Yo no soy hombre de bares, soy hombre de ferreterías. Algo está fallando cuando en una ferretería en vez de dispararme, me paro.

Pero se pasa. Eso también lo se. Pasa, todo pasa.

La contaminación

AGD1784 r wSon las 16h.

Me asomo a la ventana y veo un cielo azul limpio, el famoso azul-madrid.

Me regocijo con este cielo, supongo que por su culpa parte de mi retina es ya azul, parte de mi memoria azul también. A ti esto siempre te pareció una chorrada.

Voy hasta Las Matas y, volviendo, veo una gran cúpula de color marrón sobre la ciudad.

Claro, es eso: la contaminación atmosférica es como la estupidez.

Imposible apreciarla desde dentro, en uno mismo. Y en cambio resulta evidente a simple vista en los demás, con cierta distancia.

Son las 18h.


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El piano

BN1136 R w

Toco el piano flojito, eso ya lo sabía yo. Pero mi nueva profe está empeñada en que cambie, dice que es una mala costumbre. «Tienes que meter los dedos con fuerza, tienes que apoyarte en él, golpear las teclas», dice con vehemencia. Pero es que, me da miedo hacerle daño, contesto. Continuar leyendo «El piano»

La luna

2Eran las 9.

La luna estaba saliendo.

Eran las 2. La luna estaba salida.

Eran las 6 de la mañana,
y la luna se estaba poniendo.

Eran las 7.
La luna estaba bastante puesta.


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Perfecta, con una pequeña mentira

 

5Es muy raro que yo encuentre en Desigual mi talla. Y me fastidia, porque me gustan algunas cosas que hacen. Pero a pesar de todo insisto.

El 5 de febrero me compré una camisa preciosa. De rebajas, con una manga naranja y una azul.

En estas tiendas hay dos modalidades: te puede tocar una dependienta anoréxica japuta que te mira «a la planta de caballeros del corteinglés y sin pasar por la casilla de salida. No molesteeeen«. O te puede tocar con una dependienta anoréxica japuta que piensa en la comisión y se pone cariñosa «llévatela que te queda divina» aunque estén a punto de estallar los botones.

Me tocó la B. La prefiero. Había poca gente y me acorraló en el probador «Perfecta, te va estupenda». Lo dijo tan bien. Mirando a los ojos, como las buenas enfermeras dicen un novoyahacertedaño. Qué bonito. Se paró el tiempo. Ella pasando por alto mis michelines y yo haciendo la vista gorda con su mentira. ¿No es eso amor? De rebajas, fugaz, pero amor.

Salí de la tienda contento y cogí la calle que lleva más abajo de los 100 kilos, todo recto, porque sabía que allí podría estrenarla. Estrenarla sin meter tripa. Estrenarla de legal. Pero mira tú por dónde que de camino hay que pasar frente al escaparate de La Mallorquina. Con mayúsculas y en negrita, sí, qué pasa. Y los pasteles me gritaban cosas. Como hacen los obreros desde el andamio cuando pasa un bombón. No supe hacerme el sordo.

La camisa sigue ahí colgada, en mi armario. Me la pruebo más o menos una vez al mes. Y me está igual que el día que me la puse en la tienda.

Perfecta con una pequeña mentira.


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