Estoy en el Starbucks de Sevilla. Que es como estar en Nueva York, Paris o Tokio (alguno dirá que todos los Starbucks son iguales, yo prefiero verlo como que viajar nunca fue tan barato, ni tan sencillo). Además conozco alguno que es capaz de volar 6 horas y luego meterse en un Starbucks, ya te vale, estás tirando el dinero.
El Starbucks de Sevilla tiene dos pisos. Desde el de abajo se ven los muslos de las chicas del de arriba. Se ven también sus tabletas, pero a mí sus tabletas me interesan menos. Los muslos desafían a la gravedad, pero sobre todo desafian a las mismísimas faldas. Las faldas siempre han sido pudorosas. El muslo siempre es atrevido, la falda, por muy corta que sea, siempre es recatada, y ambos luchan, en una batalla intestina, fratricida, uno por mostrarse, la otra por tapar, por los siglos de los siglos, como luchan el yin y el yan. Como el chocolate y el pan.
Elijo las bebidas por el nombre, tengo comprobado que así me duran más. Y porque me parece un rollo beber siempre lo mismo.
Nadie hace caso de la música del local, por eso la disfruto tanto, la estoy escuchando sólo yo.
Los chicos feos somos más simpáticos, es un mecanismo de la evolución, le estoy agradecido a este mecanismo de la evolución, porque si no me temo que los chicos feos nos habríamos extinguido hace mucho tiempo. Yo prefiero estar aquí que estar extinto ¿tú no?.
Acaba de entrar una mujer que se parece a Yoko Ono (la de hace 30 años) pero gordita y con un sombrero tirolés. Lleva un pirsin en la nariz, que manía le ha dado a la gente con los pirsin.
Detrás de ella entra un teutón muy blanco, muy blando, como un oso polar de tamaño y de color de piel. Lleva calcetines con las sandalias.
Alguien debería decirles a los extranjeros que las sandalias se pueden llevar sin calcetines, quizá una campaña en los aeropuertos o algo así. En vez de tanta marca España, tanta marca España… se mejoraría mucho la imagen de las ciudades. «Llevar calcetines con sandalias aumenta un 300% la probabilidad de que le roben la cámara y de que le cobren más en los bares: protéjase, lleve los pies desnudos como los aborígenes ibéricos». Añadiría una explicación de algunos ejercicios que se pueden hacer con los dedos libres como el tamborileo espontáneo o la ola, Se fortalecen algunos músculos que normalmente tenemos olvidados. Aparte incluiría una explicación detallada del concepto «gustirrinín» que la gente que vive por encima del paralelo 45 ni se puede imaginar que exista.
Además el solete en los pies también ayuda a sintetizar la serotonina, ¿no?
Me acabo mi frappuccino de mango. Cierro la libreta. Los que de pequeños estuvimos expuestos a la leche condensada y a la rebanada de pan con mantequilla y colacao estamos desprovistos de protección psicológica frente al frappuccino de mango, hasta el nombre tiene más glucosa de la aconsejable, con tanta p y tanta c… Si estás sin defensas… te va a dar igual, entrégate, relájate y disfruta.
Eso por no hablar del pan con chocolate.
Comentarios
Una respuesta a «El pan con chocolate»
Me encanta leerte! Parecía que estaba a tu lado en ese «Star_nosequé» (o como se escriba eso).