Me he levantado esta mañana con la necesidad imperiosa de glosar mis fracasos.
No todos, sólo los grandes, los más exuberantes.
Cada día llenamos Facebook con nuestras sonrisas, nuestros éxitos, nuestros hallazgos… sí, yo también, como todos. Pero esta mañana me he sentido hueco. Y he tenido la necesidad de invocarlos, y reconocer, ante mí mismo, ante Dios y ante un vaso de Colacao, que no soy nadie sin mis fracasos, que estoy huérfano cuando doy la espalda a los tropezones y collejas que han adornado mi vida.
Yo no soy yoymiscircunstancias como le pasaba a Ortega, yo soy yo y mis fracasos.
Y mis amigos. Y mi prisa.
Y mi insomnio. Y mis dudas.
Y mis negruras. Y mi tortilla de patata.
Y mi kazoo, y mi piano algo desafinado.
Y mis fracasos.
Los fracasos son el estiércol necesario para que salgan ricos los tomates. El sol fulgurante y el agua limpia por si solos son incapaces de crecer generosas las hortalizas. Jamás se ha escrito un fado, un bolero, un blues o una ranchera hermosa sobre un triunfo, un amor correspondido o una familia bien avenida. Todo tango tiene su trozo de olvido, su taza de inquina, su abandono y su traición. Y si no, no vale para tango.
Miro el colacao, lo remuevo, sumerjo una galleta. Pero me excedo en el tiempo de inmersión y al sacarla y acercarla a la boca, cinco centímetros antes de alcanzar el objetivo, zas, se desprende la parte empapada cayendo estrepitosamente en el vaso, chof, y salpicando la camisa blanca que me acababa de poner. ¡Mecagüenlalecheputa!
Pues eso.
Comentarios
5 respuestas a «Fracasos»
Pa’ estiercol, los fracasos.
Pa’ psico-compostage, Oscar y su pluma 😉
Genial!
Q profunda suena una canción de un fracaso
Olé!!
«Los fracasos son el estiércol necesario para que salgan ricos los tomates».
Nunca leí frase más profunda.
A veces, no sé por qué, uno de esos pequeños fracasos cotidianos nos acaba importando mucho más, con su consiguiente mayor lamentación, que uno que podríamos considerar de mayor envergadura. Será que nos recuerdan a los grandes fracasos.