Acabo de terminar este libro desgarrador y curativo. Instrumental de james Rhodes cuenta la historia de un pianista.
Desgarrador porque habla de abusos infantiles, enfermedad mental y sobre todo porque lo hace en primera persona. Curativo porque habla de música, de música clásica y en concreto de música clásica de piano, y habla de cómo la música (y más cosas) le salvó.
Que el autor está como las maracas de Machín es evidente, él mismo lo reconoce. Y consciente de ello lucha por arreglarlo, con desigual fortuna a lo largo de su vida, a lo largo del libro. Que es más o menos su vida. Tú y yo también estamos locos, de otra forma, y no nos jactamos, pero sobre todo no nos atrevemos a ponerlo negro sobre blanco. Por algo será. Es un tipo con mucho talento, obsesivo, destructivo y con una vena egomaniaca, vamos lo normal. Algunos le objetarán al libro que tiene su puntito de operación de márketing, puede que tengan razón pero, en ese caso, sería la operación de márketing más arriesgada de la historia, ningún artista pasaría por este trance para vender unos miles de libros, James Rhodes estará loco pero no es tonto. Yo lo veo más como un exorcismo y como exorcismo funciona, para autor y lector, de paso, he aprovechado la lectura para desahuciar unos pocos demonios.
Es consciente el autor del ejercicio de exhibicionismo que supone escribir un libro así. A ratos le asaltan los pudores. Aunque dice que no se ha cortado es evidente que se ahorra detalles, y yo se lo agradezco. Es suficientemente duro sin tener que ponerse gore. Y aunque se haya convertido en un libro popular no creo que tuviera grandes pretensiones al principio. No está escrito con mucho artificio o al menos a este humilde lector no se lo parece.
Es comprensible que su ex esposa se opusiera a la publicaciòn, incluso llegando a los tribunales, alegando el perjuicio que su publicación causaría al hijo de ambos. Ambos, madre e hijo, aparecen en el texto y bien parados, Rhodes no es Knausgaard.
Por otro lado debe estar el bueno de James muy satisfecho porque el hecho de que cada capítulo empiece con la descripción de una obra de piano y algunas pinceladas de su compositor, seguro que ha empujado a los lectores, entre los que me incluyo, a desempolvar esas piezas, a dejarse llevar por esos sonidos. No corren buenos tiempos para la lírica, y para Bach no quiero ni contarte así que cada escucha cuenta. Rhodes ama la música, a corazón abierto, eso se nota desde la página 1, y mola. Desde Alta Fidelidad de Nick Hornby no había caído en mis manos una obra tan plagada de música, de referencias musicales. A ratos, mientras leía, muy tarde, en la cama, que es como más me gusta leer, me parecía que alguien se había sentado en mi piano, una planta más abajo, y unas manos que evidentemente no eran las mías, repetían insistentemente pasajes de Chopin, Bach, Beethoven o Schubert.
No pienso desvelar más, que ya he contado bastante.
No soy crítico, ni falta que me hace, no me gusta ir por ahí apuntando el pulgar hacia arriba o hacia abajo, como si fuera Julio César después de los gladiadores, hay obras que me tocan y otras que no, ya está. Y cuando cae en mis manos una de estas últimas lo cuento aquí, como cuento una terraza al sol con parroquianos o una dependienta de Mercadona con la coleta muy apretada y el rimel aplicado con más prisa que primor. Este librito fue un regalo estupendo que me hicieron a mí, yo no sabía que era tan estupendo cuando le quité el envoltorio, sorpresas te da la vida.
Así que esto no es una crítica de un libro, es sólo una pista de lo que te puedes encontrar.
P.D.: Mariano, tú no lo leas, que eres muy sensible y te puede afectar.