Leo que el azúcar funciona en el cerebro como las drogas estimulantes, tanto en los efectos euforizantes como en el asunto de generar adicción.
Lo hago mientras estoy tomando un café en una terraza, y no sé si por sugestión o qué, pero inconscientemente me añado un azucarillo. Por tocar las narices, por provocar, por experimentar o sólo por vicio.
Me pongo a esperar las consecuencias muy atento a mi propio organismo.
De momento el café me sabe más rico. las ideas se me aclaran y la conciencia se me enturbia, se llena de culpa (en este caso una culpa llamada báscula) ¿Será esto? Gozo y culpa, hasta aquí bastante yonqui, la verdad. Debe ser esto.
Me echo un poco más, medio sobre esta vez. Para aplacar la mala conciencia decido llamarlo «experimento».
Demonios, hasta hoy no había notado el subidón, pero aquí está. Miro a mi alrededor con los ojos entornados y ánimo transgresor, ¡me estoy colocando en una terraza pública! Me siento muy, pero que muy yonqui.
Hola, soy Rivilla, tengo 47 años y soy adicto. Pasé mi niñez en la España Hiperglucémica.
Mi desayuno habitual era Colacao con galletas. Sí, ya lo sé, lo siento. Ahora sabemos que tanto el colacao como las galletas tienen azúcares añadidos pero entonces, por si acaso, le añadíamos un poco de azúcar. También, a menudo, al yogur de sabores, al pan con mantequilla de media tarde… En mi descargo diré que nunca le puse azúcar a la Nocilla, sé de gente que lo hizo pero no voy a dar nombres, lo mismo ahora están muertos, quién sabe. No adulteré la Nocilla pero tengo que reconocer que le pegaba buenos lingotazos a una sustancia frecuente en las despensas españolas de mi niñez: la leche condensada. A la luz de la declaración de ingredientes de esta sustancia, la leche condensada es básicamente azúcar con un poco de leche añadida. Para que os hagáis una idea 100gr de leche condensada tienen 321 calorías y la misma cantidad de cocacola no llega a 50 calorías. Vamos, que la Cocacola es a la leche condensada lo que el tinto de verano al vodka ¿lo sabe tu madre?
En la España hiperglucémica el azúcar que usábamos en las casas era blanca blanquísima y refinada. Si subía o bajaba el precio era noticia en el telediario. Ahora me miráis con desprecio, pero que tire la primera piedra quien no haya mojado churros en azúcar.
No había azúcar morena, ni sirope de ágave, ni aspartamo, ni stevia, ni memeces por el estilo. Sacarina sí que había pero la guardábamos en el botiquín por si venía de visita algún diabético. A ningún español en su sano juicio se le ocurría echarle sacarina al café, qué asco.
Si hoy en día me siento un poco adicto por echarme una cucharada extra de azúcar en el café. ¿qué éramos entonces? Adictos a la glucosa.
Pero, desde un punto de vista estrictamente racional, ese aporte excesivo de energía a los niños de la España hiperglucémica no debió traducirse en michelines. Ay, de aquellos polvos estos lodos. El cerebro consume el 25% de la glucosa que metaboliza el cuerpo, esto es un hecho contrastado, por tanto nuestros cerebros infantiles estaban sobrealimentados. No se ha estudiado a fondo pero me apostaría una lorza a que ese exceso de azúcar ayudó a levantar España. El superávit de glucosa nos hacía más creativos, nos permitía trabajar más, rendir más… ¿eso que significa en términos socioeconómicos? Esplendor.
Además, qué calladito os lo teníais, malditos endocrinos. Si el cerebro consume el 25% de las calorías por qué no recomendáis para adelgazar leer más, o hacer más crucigramas… ¿todo tiene que ser ejercicio físico?
Por un momento relajo mi recien descubierta ira contra los endocrinos para rebuscar en internet y me alarmo: ¡¡hasta la OMS habla del azúcar cómo una de las pandemias del siglo XXI!! Sí, este azúcar que acabo de echarme en el café.
Dad por seguro que en breve estará penalizado, como le pasó el tabaco.
Comer saludable va a ser obligatorio.
Qué sinvergüenzas, ahora que empezaban a abrir la mano con la marihuana van y nos quitan el azúcar, ¡cómo vamos a hacer las galletas de maria a partir de ahora!
¿Con stevia?