Cuenta la Odisea que, siguiendo el consejo de Circe, Ulises se hizo amarrar al mástil de su barco para atravesar los dominios de las sirenas.
Todos sabéis que las sirenas son unos seres mitológicos mitad pez mitad mujer.
Por supuesto que primero se probó con la mitad de arriba pez y la de abajo mujer.
—No fastidies, pero si parece una merluza con patas.
Y decidieron dejar el diseño como lo conocemos ahora: de cintura para arriba, mujer, de cintura para abajo, pez. Quizá si se hubiese preguntado a los peces, el resultado habría sido distinto.
Si atendemos a las representaciones gráficas que se han hecho a lo largo de los siglos, las sirenas tienen dos rasgos esenciales a saber: el primero es la singular belleza y el segundo que los mechones de pelo les tapan siempre los pezones. Un tercer rasgo menos conocido, y que por razones obvias no se puede apreciar en la pintura, es que cantan como los ángeles. Las Melodías están tan bien elegidas y el timbre de voz es tan hermoso que los marineros que las escuchaban sentían una imperiosa fuerza de saltar corriendo del barco e ir hacia ellas, con la consecuencia de que morían ahogados. Me pregunto si esa voz melodiosa habría tenido el mismo efecto arrebatador si en el imaginario del marinero medio el modelo de sirena hubiera sido el de mitad superior pescado, mitad inferior doncella, me da que no.
Ulises estaba haciendo el viaje de regreso a Itaca y, con antelación a la etapa de las sirenas, Circe debió decirle a Ulises algo así como: machote, son absolutamente irresistibles, pero, además, tus hombres y tú lleváis muchas semanas de abstinencia. Yo no me arriesgaría.
Y Ulises, que no en vano era requetelisto, tomó la decisión de mandar a los marineros taparse los oídos con cera y atarse él mismo (con los oídos sin tapar) al mástil de su navío. Podría de esta manera, resistir la tentación y satisfacer su curiosidad.
La Odisea cuenta que Ulises sufrió como un perro escuchando los cantos de las sirenas, pero superó la prueba. No dicen nada del priapismo que afligió al héroe durante días aunque nos lo podemos imaginar.
Lucho cada día contra las interrupciones. El ping del teléfono cuando llega un mensaje, el ping de Facebook cuando hay una actualización, el ping del reloj para recordarme una cita, el ping del email, el ping de cada una de las máquinas actualizables… todas mis sirenas cantan lo mismo: ping.
Y luego está esa frase en una noticia que me lleva a wikipedia, y de una entrada en wikipedia a otra y de ahí al infinito y más allá. Ríete tú de las vueltas que dió Ulises por el Mediterráneo queriendo regresar a Itaca.
No es que yo adolezca de un pensamiento vagabundo, cercano al oso que persigue a manotazos mariposas, son las sirenas.
Y sé que esos bucles de mi pensamiento son estériles y tóxicos, pero ahí están. Yo soy yo y mis bucles. Sólo algunas temporadas consigo transmutarme en severa institutriz de mí mismo y como Ulises impertérrito me ato al mástil del navío para no caer en la tentación. El móvil se queda en esos días, apagado, desterrado en otra habitación y así consigo mantener el timón, apuntando hacia mi Ítaca personal.