Ni a la amante más sexy y fogosa le consentiría que me despertase cinco veces la misma noche pidiendo un vaso de agua. A ella sí.
Ni al más simpático de mis jefes le habría recogido del suelo cosas que ha tirado por capricho. A ella sí.
Ni a la empresa más noble le habría aportado miles de euros a lo largo de 20 años sin un rédito a cambio. A ella sí.
Y desde el primer día sabía que el premio a mis esfuerzos,
si conseguía hacerlo medio bien, era sencillamente
que poco a poco,
discretamente,
se fuera alejando de mí.
No sé si la paternidad es una heroicidad o una ruina.
Pero como broma de la vida, es una broma bastante perversa.
Comentarios
Una respuesta a «Una broma perversa»
Así es.