Qué pronto se enfría el café.
Qué rápido pasa la vida.
Qué poco duran blandas las madalenas.
Qué pronto se van los hijos.
Qué fácil se cogen los kilos, qué difícil es soltarlos.
Qué lento madura la amistad,
Qué fuertes son sus raíces.
Qué presocrático estoy hoy,
Y con qué facilidad se me pasa.
Esta semana cantaré en Madrid, en el Café Babel de Torrelodones, una sala donde me encuentro muy a gusto. Tiene muy buen sonido, se junta en ella gente que va a lo que va, a escuchar. Yo también los escucho. Un músico, cuando está tocando es como una oreja gigante, creedme, se oye todo. Y en un sitio pequeño, con la audiencia tan cerca uno se percata de los comentarios por lo bajini, puede casi contar las respiraciones, algún suspiro cuando piensas que eso te podía haber pasado a ti, algún regocijo íntimo y secreto. Algunos artistas piensan, ingenuos, que el público va a que le cuenten una historia. Paparruchas, el público, (así llamamos a una suma circunstancial de individualidades) viene contado de casa. Ellos traen su historia, cada uno la suya, para que se la envuelvan con palabras y con notas. El artista es sólo la dependienta que pone el envoltorio, la historia la trae cada uno.
Aquí tienes los detalles, si te interesa, reserva ya, que es muy pequeño, luego no digas que si tal y que si cual.
Me acompañará el ínclito José Gómez, a la percusión: el de la foto.
Ah, se me olvidaba, gracias por compartirlo en las redes sociales.
Comentarios
Una respuesta a «Antes de que se enfríe el café»
¡¡Ainnnssssss!!
¡Fue anocheeeeee!
Jolines