Aceptar, no queda otra.
Vivir cerca de la naturaleza ayuda.
Porque la cosa natural no admite tonterías. cada cosa es lo que es.
Por ejemplo: cuando pasas a su lado, los árboles te recuerdan que eres una insignificancia. Los calabacines de la huerta también, con sorna y desde abajo. eres una insignificancia.
Nota del traductor: puede que yo tenga un trauma con los calabacines, en 10 años intentándolo… nada de nada. Los tomates, ok.
Yo sigo viendo un jovenzuelo. Pero el espejo me manda un tipo cada día más fofo y arrugado.
Esta mañana le he dicho, al espejo, no al fofo y arrugado, que ya bastante tiene: La mentira más gorda que nos cuentan, y que repetimos a los de alrededor sobre los que tenemos ascendencia es «si te lo propones y te esfuerzas, lo conseguirás». Jajajajaja, ¿no me digas que no tiene guasa?
Nos lo decían para que nos esforzásemos, ya ves, por nuestro bien.
Cualquiera que haya deseado ser bailarina del Bolshoi y jugador de baloncesto en la selección de Lituania, sabe que lo del esfuerzo, a secas, son paparruchas. Que al final, no consigues cuadrar los horarios.
«Cuando quieres realmente una cosa, el universo entero conspira para que lo consigas» vamos, no jodas, Paulo Coelho. Yo he visto al Universo conspirar para que mi amigo Juan Luis se tome su caña de cerveza con su tapa de bravas, algo que realmente desea el viernes al salir del curro. Pero cuando Juan Luis, un tipo con pocos ceros en el banco, ha deseado realmente tener un SUV gris metalizado, el universo se ha hecho el longuis.
Refranero español: A falta de pan buenas son tortas. No le pidas peras al olmo. Chúpate esa, Coelho.
Los últimos estudios de la Universidad Hafen Hofen Sauer estiman que nacer en Suiza, tampoco hace falta que sea en un barrio bueno, da mejores perspectivas económicas que hacerlo en Somalia. Así que, si puedes elegir, no te lo pienses. Nacer no requiere esfuerzo por parte del naciente.
El esfuerzo como método para alcanzar los objetivos, está muy sobrevalorado. Los leones de la sabana lo saben: el esfuerzo es siempre para ellos el último recurso. Siempre es preferible una gacela coja y despistada que te pasa por delante del hocico que una briosa que haya que acechar durante horas.
Vuelvo a mis calabacines.
Me han enseñado que por mucho que te esfuerces, si la tierra en la que te han plantado no tiene bastante agua, si te echan al suelo en una fecha que no es la adecuada, si ese año los granizos y los soles no se muestran compasivos, serás un puto calabacín enclenque y nada más.
Dicho esto:
- son muchos los calabacines que prosperan.
- más aun los que acaban aceptándose a sí mismos tal y como son.
- la casualidad sideral de estar vivos, tanto calabacines como humanos, es un milagro, un premio gordo de la lotería, razón suficiente para agradecer cada mañana, al abrir los ojos, tanta hermosura.
Todo en la vida es cuestión de ajustar las expectativas.
Venga, aceptando, que es gerundio.
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