Soy jardinero y hortelano aficionado.
En cualquier ámbito, la ventaja de ser aficionado frente a profesional es que estás exento de responsabilidad, nadie puede exigirte unos resultados, y eso hace que se disfrute con despreocupación.
Por ejemplo los aficionados al aeromodelismo pueden estrellar sus aviones sin mayores consecuencias que la pérdida económica que eso les provoque. Nótese la diferencia con los profesionales de la aviación, pilotos, controladores… en estos casos está muy mal visto que estampen una aeronave.
Mi profesión es ser artista de variedades, ahí sí que me la juego. En cambio con mi binomio jardín-huerta puedo hacer tonterías, improvisar y asumir riesgos.
Por ejemplo este naranjo que tiene ya unos añitos, estaba racaneando la producción. A ratos le increpaba: miserable. Pero delante de los demás, le justificaba diciendo que podía ser el sustrato, que se estaba adaptando… típicas excusas de progenitor que no van a ninguna parte.
Un día, mi amiga M, me dijo que tenía que podarlo. Mi amiga M es de esas personas pródigas en dar consejos a los demás, sobre el tema que sea. Mujer generosa y valiente, que se moja: “tú, lo que tienes que hacer… es podar ese naranjo”. Le hice caso. ¿Cómo lo podé? Pues un poco por aquí, un poco por allá y dos ramas bien gordas. Me quedó muy chupa-chups, lo confieso.
Pero además de podarlo, lo aboné. Lo aboné en las cantidades y con la frecuencia que indicaba un paquete de abono específico para cítricos.
Este año, como se aprecia en la foto, está lleno de naranjas, he pasado de 3 a 30, un 1000%. Otro gallo nos cantaría si se moviera así el PIB nacional.
Y ahora no sé si agradecérselo a M o al abono, y la duda me corroe.
O también podría ser por las dos cosas o por un tercer factor que no alcanzo a ver, quién sabe, el sustrato, o que al final se ha adaptado…
Pero. no os preocupeis, la duda tampoco me corroe mucho. En ningún caso esa corrosión va a impedir que yo disfrute las naranjas con delectación ¿por qué?
Pues porque soy un mero aficionado.