La semana pasada una DANA criminal se llevó la vida en el sentido literal de más de 200 personas y la vida en el sentido proyectos, trabajo, esperanza de decenas de miles. Arrasó las calles y las llenó con un metro de barro.
Ayer martes, justo una semana después, el barro, el luto y el desastre siguen allí, pero los medios de comunicación dan por amortizada la tragedia, recogen los bártulos y dejan libres las portadas para las elecciones de Estados Unidos. Los valencianos siguen llorando pero ya no son titular.
Y empiezan a llorar millones de americanos que ven como el más impresentable de los presidentes, el primer delincuente convicto, el primero en no enseñar sus cuentas, el más mentiroso y el más sinvergüenza, vuelve a La Casa Blanca.
Y la mujer de color que había estudiado una carrera, que se había esforzado en la vida… la vicepresidenta, se queda a las puertas. Sólo por ser mujer, yo la habría votado. Por no ser blanca, la habría votado. Por no haber robado, yo la habría votado. ¿Por qué, Dios mío, por qué le has hecho esto?
Leo en la CNN un análisis de por qué ha perdido. Lo dice un señor analista, un capitán a posteriori de toda la vida, sí, pero me parece interesante su punto: Kamala Harris perdió porque no se atrevió a decir que iba a subir los impuestos y que iba a controlar las fronteras. Lo primero es tremendamente impopular, en USA, en España y en Pernambuco, lo segundo es incorrecto políticamente para un progresista. Pero yo me quedo con que Kamala Harris perdió las elecciones porque tuvo miedo de caerle mal a la gente. A su gente pero también al ciudadano normal. Kamala quería caerle bien a todo el mundo, ser una buena chica, por eso perdió.
Eso a Trump no le pasa. Él sabe que cae mal, pero que muy mal, a mucha gente. Ciudadanos normales pero también jueces, grandes empresarios, académicos y gente prominente de su propio partido, y se la trae floja. Los descerebrados que hemos visto sentados detrás de él en los mítines quizá se crean la tontería esa que soltó Donald impasible: que en Ohio los haitianos se comen los perros y los gatos, pero la mayoría de sus votantes lo considera un exabrupto, que él habla así. La mayoría de la gente que lo ha votado sabe que es un egoísta y un megalómano, pero no les importa si consigue que la economía vaya mejor, es así de sencillo. Cuando digo “mejor” quiero decir “mejor para ellos”, claro. Trump cae mal a mucha gente porque es un niño rico engreído que no tiene más mérito en la vida que haber nacido millonario, si es que eso pudiera ser meritorio. Di la verdad, tú a quien votarías como delegado de clase al macarra que echan de clase o a la empollona que siempre saca diez. Pues eso.
Seamos claros, el puesto de trabajo llamado presidente de un país es un marrón, un auténtico marrón. Largas sesiones de trabajo, viajar a saludar a gente que tiene el mismo puesto asqueroso que tú. Obligación de residir en un sitio concreto, soportar a gente mucho más lista que tú diciéndote lo que tienes que hacer o decir, que te pongan a caldo un día sí y otro también en los periódicos… y para más inri está mal pagado y el contrato es por cuatro años. En estas circunstancias sólo hay dos tipos de personas que estén interesadas en este curro: el histrión que ansía el poder y la notoriedad, o el quijote iluso que piensa que él puede conseguir un mundo mejor. No sé yo quién es más peligroso.
Es muy probable que el marido y los hijos de la Harris, y sus amigos, le vean a la derrota muchas ventajas. —Cariño, no te disgustes, te ibas a dejar la vida en esos cuatro años— Hay que pensar que Harris lo mismo se lee los informes, atiende a las reuniones…
Para Trump la cosa no es así, nadie, ni sus seguidores más acérrimos lo imaginan leyendo. Él ahora mismo está pensando en los focos, en el Air Force 1, en tener a los del servicio secreto corriendo a su alrededor, y comerse su hamburguesa en el despacho oval sintiéndose el hombre más poderoso del universo. —A mí no me hagas leer cosas, yo puedo tomar las decisiones como lo he hecho siempre, con lo que dicen en la tele.
Así que Kamala Harris contenta, Donald Trump empalmado, los buenos republicanos tranquilos porque el Dios capitalismo ha salido vencedor y arreglará las cosas, los malos frotándose las manos y los demócratas tienen 4 años para seguir buscando respuesta a su eterna pregunta: “Si somos los buenos, por qué no nos votan”. Yo creo que todos, casi todos, ganan.
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