Crónicas Islandesas: Día 4

El trayecto del 22 Hill Hotel al Gamla Bio, el teatro donde ensayamos y tocamos, dura 21 minutos andando y 6 minutos en coche. En mis paseos lo he hecho varias veces, pero llevando a los músicos siempre me he perdido, un poco, y he dado algún rodeo. Eso no ha hecho que me despidieran como conductor titular.

Como no sé si me voy a encontrar la furgoneta enterrada en nieve, metida en un bloque de hielo o normal, bajo 10 minutos antes de la hora de partida. Hoy estaba normal. Llega Bernie, llega, Brandon y llega Don, pero Harry no llega. Subo a la habitación y llamo tres veces, la primera en clave tres dos, la segunda en clave 2 3, y la tercera en clave de rock duro. Nadie contesta aunque se escucha la tele de fondo. Como probablemente te pasaría a ti bajo agitado al lobby del hotel pensando en que Harry se ha deslizado en la ducha y se ha roto 3 vértebras.

Brandon decide que es mejor llamarle por teléfono: “Nos vamos al ensay,o, nos vemos allí”. Sin rechistar me subo al volante. Si vas conduciendo una furgoneta pensando en un conocido despatarrado e inconsciente en una ducha las probabilidades de perderte se multiplican. Pero en cambio consigo mi primera llegada directa, está claro que hay un curro de taxista esperando por mi en Reikiavik.

Vuelvo al hotel a resolver el caso Harry Kim y cuando llego a la puerta me abre en calzoncillos, “ya me han llamado, sorry, dame 10 min”. Unos calzoncillos color granate bastante elegantes, por cierto.

Me dice que la hora que él tenía apuntada eran las 13,30 y que con el jet lag y la serotonina dislocada después de una vida de curros nocturnos se quedó grogui. Yo me callo lo de que he visto su cadáver en el sueño del baño, que luego todo se comenta y acaban pensando que soy un rarito.

Ensayo Baby, It’s Cold Outside con Halla, mi compañera de dueto, y me queda un rato libre hasta la hora de comer. Así que, me doy un garbeo por los alrededores. Si no digo nada del tiempo es que la temperatura está entre -2º y +2º. Con estos parámetros la mayoría de los locales llevan abrigos gordos, guantes y gorros, pero hay algunos especímenes que van en pantalón corto y sudadera. Yo supongo que son familia de esas mujeres que te encuentras en Sevilla con abrigo de pieles y botas UGG un día cualquiera de diciembre a 12º o 13º.

Los músicos de la banda son excepcionales, no me canso de decirlo. Seguro que tienen un talento natural pero hay tres cosas que no faltan:

Puntualidad. Al menos 5 minutos antes de la hora fijada están en sus puestos, afinados y con el repertorio listo.

Rigor: Se ensaya para que suene bien, no para embelesarse. Se ensaya lo más eficientemente que se pueda, sin tocar ni un compás menos ni uno más de los que hagan falta.

Trabajo: Brandon Fields y Harry Kim, todos los fokin’ days soplan sus cosas una horita al menos para estar en forma, aunque tengan que ensayar después 7 horas. Me imagino que cuando tenían 18 años y ya estaban haciendo bolos cada noche también estudiaban cada mañana.

Aprovecho aquí para decirle a todos esos músicos impuntuales, autocomplacientes y vaguetes con los que alguna vez he tocado, esos que siguen la máxima de “ya nos lo iremos aprendiendo cuando haya más bolos” que es justo al revés.

Y llegó el gran día. El día del estreno.

Los estrenos son un grano en el culo. Son como un hijo en el que se depositan demasiadas esperanzas. Todo son incertidumbres. ¿Cuál es en realidad la diferencia con el último ensayo? El público, claro.

Pero es que el público es una variable que no se puede ni se debe obviar. Y si cuando llevas hechos 40 bolos de un espectáculo ya has podido aprender todas las reacciones del espectador a las distintas partes de tu show, en la primera noche no tienes ni p idea.

“Si no lo vas a poder controlar, relájate y disfruta” esa es la norma, y todos deberíamos llevarla tatuada, por ejemplo an el culo, al lado del grano. Pero se nos olvida con facilidad. Se nos olvida que si estamos en el directo es justo porque detestamos la previsibilidad, y andamos enganchados a la adrenalina que genera la duda.

Esto que viene (y lo del los calzoncillos de Harry) es bastante confidencial. Ellos no me leen, a vosotros os lo puedo contar.

Mi primera canción era Baby It’s Cold Outside. Yo estaba más nervioso que un cura a la puerta de un burdel, daba vueltas por el backstage, me retocaba la pajarito, me ponía el sombrero, me lo quitaba, canturreaba, daba saltos… y me subo en la canción anterior a mirar junto a las bambalinas. Mi compañera del dueto, Halla, estaba empezando su ToTal Eclipse Of The Heart, un témalo de Bonnie Taylor con el que se iba a lucir. Halla, es una profesional que ha hecho protagonistas en musicales, vamos que tablas tiene para aburrir. Pues mete el cuezo en la entrada, mira a los músicos, estos siguen tocando por lo bajito, hasta que ella dice que corten, pero los músicos sólo obedecen al director, y 3 compases después éste corta y se toca la cabeza. Da Capo. “Desde el principio” Halla con su vestido de gala rojo y su horita de maquillaje y peluquería había vivido su peculiar tierra trágame. Yo la veía desde bambalinas y de repente mis nervios desaparecieron. “Osquitar, va a ser muy difícil que te salga peor que eso”. Sí, queridos, lectores, sonará mezquino, pero el escenario no tiene piedad y yo, para mi primer número, estaba salvado.

Ya en el segundo pase tenía que cantar Corazón Espinado de Santana, para el común de los mortales, Corazón Espinado de Maná. Y estaba un poco menos nervioso, porque es una canción de dos acordes, poco rango, una cosa a priori muy asequible. El que llevaba más responsabilidad era John con la guitarra porque a él lo iban a comparar con Santana, claro. Joder, sí, a mí me iban a comparar con Maná pero eso, traspuesta la canción 4 tonos hacia abajo, no era un desafío inalcanzable. Guitarra y batería entran a saco, Don, el director, tiene un lapsus con los acordes, el bajista empieza a seguirle como puede y consiguen que la armonía más fácil de todo el Las Vegas Christmas show suene a Coltrane total. Yo me agarro a la guitarra de John, que sabía donde estaba, acentúo los bailes y el invitar a palmas al público y aprieto el culo confiando en que se ubiquen. Lo hacen en el estribillo. Pero cuando después del solo entra el puente le pilla desprevenidos. Y ahí hay un cambio de tono sin aviso, como un coche que se sale en una curva y da dos vueltas de campana yo vuelo despedido diciendo “Como me duele el olvido, cómo duele el corazón…” La sección rítmica y la guitarra reman con fuerza en la tormenta, los demás vomitamos por la borda.

Me queda la duda de si el público islandés a esas alturas del show (dos horas más o menos) llevaba o no llevaba suficiente alcohol en las venas como para diferenciar un do sostenido séptima de un fa menor. Nunca lo sabré con certeza. Pero cuando Don se subió a la furgoneta, me miró, dijo sorry, Oscar y se llevó el índice y el corazón a la sien con el gesto internacional de volarse la cabeza, entre risas, claro.

Todo el catering del camerino tenía gas, alcohol o gluten. Como cantante celiaco responsable no había probado bocado. A las 12 en mi habitación del hotel me comía un yogur con frutos secos y era el hombre más feliz del mundo.

Mañana más y mejor.

Harry,

Una respuesta a «Crónicas Islandesas: Día 4»

  1. Madre mía, qué sufrimiento……jajajja…por todo…el compañero desparramado en la bañera, la compi fallando nada más empezar(me lo imagino y lo paso fatal)…. la parte positiva es que estás como nunca con la dieta….jajajaja..
    En cuanto vuelvas barbacoa!!

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