Crónicas Islandesas: Día 7

Domingo. El cuarto y último día de espectáculo tiene una agenda apretada.

A las 11: pruebas de PCR para los americanos (mañana le tocará test de antígenos al español). Vuelta al hotel. A las 12,30: comida en Loki Café. Vuelta al hotel. A las 14,00: grabación en el teatro. Vuelta al hotel. A las 19,45h: salida hacia el Gamla Bio para el espectáculo.

Todo está muy cerca pero, vaya, el día se ha llenado a lo tonto de furgoneta. Me sale furgoneta por las orejas y hace un tiempo asqueroso, pienso en que Fernando Alonso lo tenía peor el pobre, se le rompían los motores y estaba la presión para ganar. Así que acepto el reto con la elegancia y donosura que me salen naturales.

Llueve a mala leche, como si un resentido estuviera tirando jarras desde el balcón. Yo pensaba que la nieve aplastada y luego congelada era peligrosa, pues échale cubos de agua por encima, ponle un viento racheado y ya verás. Los cuatro pasos contados que separan la puerta de cada paradeda de la furgoneta son un peligro mortal.

Las ruedas de la furgoneta no me han traicionado en ningún momento, ningún resbalón reseñable, todo lo contrario que las de mis zapatos. Como el tema calzado me preocupa, miro mucho tanto los escaparates como los pies de la gente y he comprobado que algunos llevan unos crampones con pinchos de goma para no deslizarse.

Suelas lisas como el culo de un niño = zapatos de suicidas o de campeón del mundo de patinaje artístico. Visto en una tienda.

La camaradería se ha resentido mucho con la cosa del COVID respecto a cuando vine en 2019, justo antes del desastre. Los músicos no se reúnen en bares o casas de músicos islandeses, y Geir no ha pasado tanto tiempo con nosotros, le entiendo perfectamente, evita los riesgos para proteger a sus padres que son mayores, y a nosotros los que venimos de fuera, también mayores.

Cordero Islandés, foto tomada por un segoviano

Pero ha elegido un lugar estupendo de comida islandesa para el lunch oficial de toda la banda. Músicos islandeses y americanos, y los invitados nos juntamos en una mesa larga y buscamos en una carta con pocos platos pero todos auténticos. Pescados varios y una sola carne: el cordero islandés. Aquí se come solo un plato, y trae muchas cosas; lo de aperitivo, entrante, primero, segundo, postre, café ,copa y puro, no se lleva. Incorporo este sitio a mi lista de restaurantes favoritos de Islandia, que ahora tiene ya 2 establecimientos.

El Loki Café no va a durar mucho lleno de islandeses como está hoy porque está bien de precio, es muy agradable y sobre todo se haya justo al lado de una de las mayores atracciones turísticas de Reykjavík, la Hallsgrimkirkja, iglesia picuda impresionante situada en una colina, se impone sobre el paisaje de la ciudad, se ve desde todos los sitios como un faro, y delante tiene la estatua de un vikingo furioso de tamaño sobrenatural. Fans de juego de tronos, aquí estaríais como en casa.

Hallsgrimkirkja un poco mojada

Me toca en el lado islandés de la mesa. Todos hablan inglés pero a ratos sin darse cuenta, saltan al islandés entre ellos, y, zas, yo me quedo fuera de juego. Lo hacen sin mala intención, es su lengua. Los ocho capítulos que llevo de la serie de asesinatos me permiten reconocer sólo 4 o 5 palabras: cadáver, policía, descuartizar… no es probable que se utilicen en este ágape, en cualquier caso, las busco.

La comida dura una comida, no como en España que daría tiempo a comer cuatro veces. A los 30 minutos desde que trajeron el primer plato ya empiezan a levantarse los islandeses, los americanos remolonean un poco más.

Aquí, explicándole a Halla que yo también soy modelo, que estudié en la escuela de Paco Martínez Soria: dice que no le suena

Geir siempre aprovecha que tiene a los músicos aquí y todo el set de sonido y técnicos montados en Gamla Bio para grabar algunos temas. Los músicos aprovechan ese extra de trabajo/ingresos: todos contentos. Yo me voy al Kaffi a calentarme los pies con un café, por vía oral, no cutánea, y me entrego a mis crónicas islandesas. En un suspiro entra Brandon por la puerta, han pasado 2 horas, te estábamos buscando. Otra vez al hotel.

El último día es el día de los abrazos, las fotos, los intercambios de instagrams… el backstage bulle de idas y venidas, parece que ya nadie piensa en la música, pero no es así, de hecho sale el mejor concierto con diferencia de los 4. El público está entregadísimo, y bastante sobrio por lo que se puede apreciar, mañana tienen que trabajar, justo en nuestro domingo tiene será lunes para el resto del mundo.

Esta es mi adorable sección de cuerdas: Chris Roy (bajo), Rivilla, Terri Knudsen (la guasa noruega personificada) y John Depatie (guitarra)

En un momento del show Geir saca a su hija Anna Rose, de 7 años, la sienta en sus rodillas y le dedica la preciosa pieza de Mancini, Speak Softly Love, tema principal de la banda sonora de El Padrino. Le ha puesto una letra islandesa para sentirla más cerca del corazón y el momento emotivo de la noche está servido. Aunque esto estaba en el guión de Geir, no así en el de Anna Rose, ni en el de esos espectadores que soltaron la lagrimita como corderos.

Anna Rose y su papá, Geir Olafsson

Luego en la furgoneta Don y yo comentaríamos ese pasaje.

Cómo una banda de 11 músicos curtidos, con arreglos elegantes y ejecución precisa y sentida consigue ser superado tan fácilmente por la sola presencia de una niña de 7 años. Don me dice: “y pasa con los perros también”. Esta certeza, la de que un crío en un escenario (o un perro) posee de forma natural algo tan difícil de alcanzar para la mismísima Sinfónica de Londres o para Madonna, es una cura maravillosa contra la arrogancia, contra la tentación de sentirse la última pepsicola del desierto porque te aplaudan mil personas. Al borde del escenario hay siempre un precipicio, el agujero negro de la autocomplacencia, y la única protección es la humildad. Los músicos con los que he tenido el honor de cantar y compartir esta semana no son la hostia bendita porque hayan tocado con Sinatra o Phil Collins, son la hostia bendita porque son capaces de tocar con Geir o conmigo, con el mismo amor, lo son porque exhiben la misma dignidad y la misma entrega en el Madison Square Garden de Nueva York que en el Gamla Bio de Reykjiavik, hay que tener mucha clase, pero que mucha clase, para hacer eso.

Alguno me ha dicho por mensaje que por qué no sacaba nada de mí cantando.

1. Hombre, es evidente, estas crónicas son un señuelo de marketing para que el año que viene os compréis las entradas y lo veáis en directo, si lo enseño lo ponéis en la tele gratis con palomitas, no te fastidia.

2. El vídeo malamente refleja lo que pasa en un escenario en directo. Más cuando la grabación es de móvil y penosilla. La puedo tener gracias a Terri

3. Cuando me pongo en la cosa de cantar dejo de tontear con los dispositivos, las fotos y los videos y eso, me olvido de retransmitir mi vida para simplemente vivirla, para hacer lo mejor posible el curro que me ha traído aquí. Ciertamente necesito estar concentrado y además no es profesional sacar el móvil en el escenario.

Pero como me habéis leído hasta aquí creo que merecéis al menos una prueba de que sucedió en realidad, que no me lo he inventado todo ¡¡que podría ser!!

Aquí tenéis Baby, It’s Cold Outside, con Halla. Actriz, cantante, modelo….

Aquí tenéis Corazón Espinado de Santana, con el magnífico John Depatie a la guitarra.

NOTA: La palabra islandesa que hace reír al público en mi speech es “Þakka” A veces un chiste nos sirve para decir algo que sería difícil de otra manera.

Querido lector: Þakka!!

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